Decido iniciar con una de tus ideas, como preludio a un grito en tu contra.
La elección de quererte no fue consciente,
pero continuar aquí adherida a tu idea es un hecho al cual mis acciones me llevan una y otra vez,
al prometéico suplicio de tener mis entrañas arrancadas
al tiempo que vuelven a ser,
por tus garras,
por tus desprecios,
por tus inconozas uñas,
encarnadas en la ausencia de tus palabras.
Se que puedo llegar a ser sofocante,
que mi ansiedad y anhelo solo me ganaron una ausencia en los tuyos,
y que la intensidad de mis deseos,
me condeno a la superficialidad de esto que jamás llamaremos nuestro.
Por eso sigo aquí,
tranquila y aburrida,
con el desabrido pero conocido sabor de un despecho por algo que nunca fue, te envidio en tu dolor y tu desconsuelo,
porque tal intensidad solo puede venir
de un amor que alguna vez fue de dos.